La técnica que invita a rebelarte contra el perfeccionismo a través de la meditación y compasión.
Por María José Leiva.
Hace un tiempo tuve la suerte de salir de la rutina y partir por unos días a estudiar. Un fin de semana sin niños ni marido… ¡Simplemente yo y el mindfulness!
Al llegar me cuentan el programa de los siguientes 2 días, ¡me imagino un viaje y me parece entretenido! Luego me hablan un poco de la teoría y rápidamente, paso a meditar.
¡Así no más! Para mí, que vengo de una vida cotidiana intensa, el desafío es aquietar la mente. Mi cabeza va y vuelve, aparecen los niños -¿estarán bien?- , la casa y las cosas que tenía que dejar hechas antes de partir. Trato de dejar pasar los pensamientos, inspirar y expirar y sin darme cuenta suena la campanilla. ¡Sorpresa! Ya tuve mi primera meditación.
Durante el día aprendo que el mindfulness es una técnica desarrollada a partir de la meditación budista y que actualmente hay muchísima información publicada acerca de su efectividad en el manejo del dolor, la ansiedad y la regulación emocional (un muy buen libro en el tema es Mindfulness en la vida cotidiana, de Jon Kabat–Zinn).
Pero no todo es meditar. La otra gran tarea en esta técnica tiene relación con la compasión, que a diferencia de lo que la mayoría cree, no se refiere al “sentir lástima por otro”, sino al conectar con las personas a través del amor.
¡Y se entrena! Sólo hay que trabajar nuestra mente en el modo en que nos relacionamos, eligiendo pensamientos y acciones que nutran una relación de empatía y compasión.
Aquí aparece el nombre de Mattieu Ricard, un francés Doctor en Biología Molecular y monje budista, que ha desarrollado un importante movimiento e investigación en relación a la compasión.
Pasan las horas y al escuchar a los profesores me impresiona cada vez más el mindfulness; Me gusta la idea de cultivar la calma y llevarla más allá de mi misma, conectando con el mundo desde el amor.
Sin darme cuenta, finalmente terminan las 48 horas del programa. Para concluir, a cada asistente le piden un compromiso, algo concreto donde pueda llevar a la práctica la compasión.
Pese a que ya tengo mi objetivo, creo que será un ejercicio difícil de sostener. Es que actualmente está de moda ganar, ser exitoso, el mejor… ¡No ser compasivo!
Con esto en mente, y con la rebeldía a tope, me propongo ir contra la corriente y tomar el desafío.
¿Te atreves a intentarlo tú también?